No seguir al rebaño, salir de la caja o abandonar tu zona de confort son expresiones que se utilizan constantemente para alentar a alguien a realizar un cambio. Normalmente, este implica aparentemente un giro de 180º en la vida de una persona, colocarle en el lado opuesto al que se encuentra, cambiar de posición.
Todos alguna vez nos hemos visto
arrastrados por estas ideas, interpretándolas como un nuevo comienzo,
una nueva forma de ver la vida y en parte puede que así sea, pero no tal como nos
imaginamos, ya que…
- No seguir al rebaño implica seguir otro rebaño.
- Salir de la caja implica cambiar de caja.
- Abandonar la zona de confort implica crear una nueva.
Se trata de cambios
horizontales, un bueno por malo en Google que supone la adopción de
una nueva opinión colectiva no valorada.
Tampoco esto sería pensamiento
crítico, ya que supondría simplemente adoptar la posición contraria a la que
nos encontramos y no sería fruto de un proceso reflexivo e intelectual.
Llegados a este punto toca situar en el plano
el pensamiento crítico. Para ello, nos armaremos de valor y nos serviremos de
un tema actual: la vacuna del Covid-19.
Laura de 21 años afirma que no
se vacunará, igual que su padre. Según ha oído la vacuna se adhiere al ADN
causando una mutación. Además, cree firmemente que el virus se ha creado para aprovecharse
del miedo de la población e insertar un microchip para tener un mayor control
sobre ellos.
Sin embargo, la madre de Laura
está dispuesta a vacunarse. No cree en todas esas conspiraciones. Ha visto
morir por el virus a la anciana de la que se hacía cargo y no está dispuesta
a arriesgarse a cogerlo. Opina que bastantes porquerías tiene la comida que
toman cada día y ve una tontería que le inserten un microchip, total, tampoco
hace nada fuera de lo común.
Visto esto, llegamos a la gran pregunta:
¿Cómo utilizamos el pensamiento crítico? ¡Volando!
El pensamiento crítico no
consiste en empatizar, convencerse ni elegir una de las opiniones que tenemos
disponibles, sino que se trata de analizarlas desde el puesto de un observador
privilegiado, y esto no puede hacerse desde el tablero, sino que hay que volar
y observar desde nuestro propio punto de vista.
Hecho esto, podemos iniciar el análisis
al más puro estilo socrático: haciendo preguntas. Sócrates, tal y como se
muestra en las múltiples obras de su discípulo Platón, trataba de llegar a
conceptos universales sirviéndose hábilmente de preguntas que iba graduando. No
obstante, nuestro objetivo no es tan pretencioso como tratar de alcanzar la
universalidad de una idea, sino que más bien se trata de desnudar
el mensaje para poder decidir acorde a nuestros valores sin ser manipulados por opiniones ajenas.
Así pues, cuando nos
preguntemos, debemos tener presente que nuestro objetivo es separar el hecho de
la opinión.
- ¿Cuál es el hecho contrastado, en el que están de acuerdo las dos
partes?
Se ha desarrollado una vacuna
para el Covid-19.
- ¿Hay algún hecho más?
Ambas partes utilizan hechos
para justificar sus opiniones, los cuales requieren ser analizados para no
confundirlos con opiniones.
Laura considera que la vacuna
produce una mutación en el ADN y que les insertarán un microchip. Ella misma afirma
que lo ha oído por ahí por lo que, sin
llegar a considerarlo como falso, no podremos dotarlo con el mismo valor que el
hecho anterior.
En la otra parte del tablero
encontramos a su madre, que apoya la postura opuesta a la de su hija, basándose
en un hecho empírico que ella misma ha observado. No obstante, como dijo
Protágoras “el hombre es la medida de
todas las cosas”. Y es que aunque este hecho tenga apariencia de verdadero,
debemos tratar de ir más allá de la mera apariencia y preguntarnos: ¿Qué edad tenía la mujer? ¿Cuándo falleció? ¿Qué
pruebas se le hicieron para determinar la causa de su muerte?
La filosofía se basa en preguntar
y cuestionar, a no dar nada por sentado. Y es que, si indagamos lo suficiente
quizá no alcancemos la Verdad, pero al menos no asumiremos opiniones como si de esta se tratase y podremos afirmar orgullosos que “Solo sé, que no sé nada”.
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