“La Filosofía ha muerto” (II)

 

-¡Qué ganas de que nos vacunen ya de una vez y podamos volver a hacer vida normal!- proclamó Vidal en voz alta mientras se estiraba en la silla de la terraza con los rayos de sol rebotando en sus gafas polarizadas.

- ¿Os acordáis del festival que nos pegamos hace dos años? Madre mía… - recordó mirando a sus amigos que no se habían bajado la mascarilla durante todo el rato que llevaban allí sentados.

– Os podéis quitar la mascarilla eh – inquirió – No os voy a pegar nada. – añadió apurando las últimas caladas de su cigarro mientras la mascarilla se balanceaba en la patilla de sus gafas.

La camarera irrumpió en la mesa dejando sobre esta un par de Coca Colas, un botellín de cerveza y un plato rebosante con patatas bravas.

-¡Qué hambre! –proclamó Vidal antes de abalanzarse sobre el plato y comenzar a devorarlo mientras con su otra mano sujetaba el botellín de cerveza y el cigarro.

La conversación que mantuvieron mientras comían el aperitivo no fue muy diferente a la de cualquiera de las charlas superfluas y chismorreos que podían escucharse en la abarrotada terraza. Sin embargo, la conversación tomó un rumbo más tenso cuando Vidal volvió a insistir en que se quitasen las mascarillas al observar que solamente se la bajaban para beber o comer. La incomprensible pasividad de sus interlocutores empezó a enojarle.

- Aquí os la podéis quitar, no os van a multar- continuó insistiendo. – Vosotros no os vais a vacunar o qué – prosiguió con un tono más agresivo. Arnau se encogió de hombros mientras que Pol respondió con un rotundo NO.

Fue entonces cuando lo que podría considerarse como una charla entre amigos se convirtió en un interrogatorio en el que una batería de preguntas que se retroalimentaban unas a otras surgían sin cesar: “¿Cómo que no? ¿Eres un negacionista o qué? ¿Te crees que te van a poner un microchip? Mi abuela se la ha puesto y no le ha pasado nada. ¿Qué harás si por tu culpa contagias a otros? ¿Te crees que vacunarse es malo? ¿Qué te van a matar? ¿No te han puesto ya un montón de vacunas y no te ha pasado nada? ¿No quieres volver a la vida normal de antes? ¿Te gusta llevar mascarilla o qué?”. Las preguntas se superponían una sobre otra sin darle tregua para responder mientras el tono de Vidal iba elevándose más y más. Durante los más de cinco minutos que duró el monólogo que culminó con un “¡Ah! ¡Vete a la mierda!”, Pol no tuvo la más mínima oportunidad de responder. Y por si fuese poco, cuándo por fin terminó apagó el cigarrillo en el cenicero, dejó cinco euros en la mesa y se marchó sin mediar palabra con la mascarilla todavía colgando de la patilla de las gafas.

Pol y Arnau se miraron e instintivamente se levantaron también de la mesa. La camarera, que había estado pendiente de la conversación, se acercó a la mesa con la cuenta que terminaron de pagar entre ambos antes de despedirse.

De camino a casa, las palabras que cuestionaban la decisión de Pol seguían resonando en su cabeza una y otra vez e imaginaba, impotente, como hubiera respondido a todas esas preguntas si hubiese tenido la oportunidad. A su vez, él mismo se cuestionaba “¿Y por qué no me vacuno?”. Sentía instintivamente el impulso de no confiar en la vacuna. ¿Le convertía esto en un negacionista? ¿Por qué no confiaba en la ciencia? ¿Cómo podemos determinar lo qué es científico?

Con el fin de ayudar a nuestro confuso personaje nos centraremos en la última de las preguntas, ya que sin darse cuenta, Pol acaba de plantear lo que se conoce como el problema de demarcación de la ciencia. Para dar respuesta a esta cuestión se han desarrollado diversos criterios, los cuales permiten dibujar una frontera para delimitar qué es científico y qué no lo es.

Entonces, ¿Cuáles son estos criterios y en qué consisten?

El primero de estos criterios, siguiendo su orden de aparición cronológico, es el del verificacionismo. Según esta concepción, lo que caracteriza a las teorías y postulados científicos es que los hechos observados los corroboran.

Así pues, si tal y como ha confirmado Vidal, a su abuela le han puesto la vacuna y no le ha pasado nada. ¿Quiere esto decir que la vacuna es efectiva? ¿Cuántas observaciones han de realizarse para verificar su efectividad? ¿Deja de ser efectiva en el caso de que no funcione para determinados sujetos o colectivos? Para dar respuesta a esto último, surge una postura verificacionista mucho más flexible conocida como confirmacionismo que defiende que no es necesario que los hechos empíricos observados confirmen de forma concluyente un postulado científico, sino que es posible considerar diferentes grados de confirmación sobre una base probabilística. De esta forma, siguiendo este criterio podemos confirmar que a pesar de que la vacuna no sea 100% efectiva contra el virus está basada en un postulado científico.

Esto no parece convencer del todo a Pol.

El siguiente criterio de demarcación fue desarrollado por Karl R.Popper y es conocido como falsacionismo. Según este criterio, no será la capacidad de ser corroborado lo que determine el conocimiento científico, sino el de ser falsado. Lo científico, tiene que ser vulnerable a ser demostrado como falso en algún momento. De esta forma, si entendemos la postura del pensamiento “negacionista” como aquella que niega la existencia del virus ¿estaríamos ante un postulado científico según Popper?


17 de abril de 2020 
 
Tras más de media hora dando vueltas en la cama y con los rayos de sol colándose por las rendijas de su viejo estor, Adolfo decide levantarse. No le hacen falta más de cuatro pasos para llegar al baño y unos escasos seis para cruzar el comedor y llegar a la cocina.

Una vez preparado el desayuno lo coloca en una bandeja y aprovechando el radiante día  se dirige al diminuto balcón en el que un taburete y una maceta vacía ocupan prácticamente la totalidad del espacio. Coloca la bandeja sobre el taburete mientras recoge del estante su paquete de cigarros.

Cegado por la luz del sol, consigue con una destreza asombrosa liar el primer cigarrillo de la mañana en un tiempo récord. Tras encenderlo, da una profunda calada que parece transportarlo a algún lugar lejos de aquel diminuto balcón. Retiene el humo conscientemente unos pocos segundos para luego observar como poco a poco va saliendo de sus pulmones. “Este es mi café” piensa mientras continúa dando pequeñas caladas con la mirada fija en un punto indeterminado de la vacía plaza.  

Las campanadas de una lejana iglesia le hacen salir de su ensimismamiento. El reloj de su muñeca marca las 10:27. Un primer pensamiento atraviesa su mente “Todavía es pronto”. “¿Pronto para qué?” se pregunta. Y de repente, algo que había estado tratando de ignorar irrumpe sin previo aviso. “Otro día perdido” “¿Qué no voy a hacer hoy?” “¿Cómo voy a pagar el piso?” “Menuda estafa”. Apaga de mala gana lo que le queda del cigarro en la maceta.

Sabía lo que le esperaba durante el resto del día encerrado en aquel diminuto apartamento. Ya había experimentado esa misma sensación de desasosiego durante los últimos días y sabía que no había forma de librarse de ella. Intentó desayunar, pero se le había cerrado el estómago.

Resopló mientras miraba el vaso de zumo de la bandeja.

- Nos la están pegando, pero bien- dijo mientras seguía con su mirada fija en el vaso. – ¡Y nosotros nos lo creemos! ¿Qué virus? ¿Qué síntomas? ¿Acaso alguien ha visto algún vídeo de las Ucis llenas? ¡El virus es falso!

Ante esta imponente afirmación, podemos preguntarle en qué se basa para negar la existencia del virus.

- ¿En qué me baso? Pues en el sentido común. Yo todavía, a día de hoy, no conozco a nadie ni tengo ningún conocido que conozca a alguien que haya cogido el virus.

Podemos argumentar que la ausencia de pruebas no prueba la inexistencia.

-¿Cómo qué no? Si ni yo, ni mis conocidos conocemos a nadie que haya contraído el virus ¿Cómo me demuestras que existe? Además, están diciendo que los síntomas son los mismos que los de la gripe. ¡No hay más ciego que él que no quiere ver!

Podríamos seguir hasta la siguiente cuarentena discutiendo con él y no conseguiríamos hacerle cambiar de parecer. Mantendríamos el mismo debate que sostienen dos hinchas de equipos rivales sobre una decisión arbitral que perjudica a uno de los dos equipos. Ninguna de los dos aceptará que la decisión tomada es acorde y medida por más evidencias en contra que se le presenten.

De esta forma, no podemos considerar siguiendo el criterio de demarcación propuesto por Popper que la postura negacionista de Adolfo sea científica, sino más bien todo lo contrario. Podríamos considerar esta postura como anticientífica, inmune a la crítica científica, ya que  no considera a la ciencia como una verdadera fuente de conocimiento objetivo.

Tras la acalorada conversación, Adolfo se fuma un par de cigarrillos más mientras busca entre las ventanas vecinas algo para entretener su mente. En el bloque de enfrente, un par de plantas por encima de la suya puede identificar lo que parece una mujer de mediana edad dando saltos frente a lo que deduce debe ser un televisor. No puede evitar comparar la escena con la de un hámster en su rueda, lo cual no hace más que aumentar su enojo. Parece tan absorto en sus pensamientos que ignora que una persona está cruzando la desierta plaza por primera vez en lo que va de día. De repente, da un bote sobresaltado y el cigarrillo cae balcón abajo. Alguien acaba de picar al timbre.

- ¡Joder!- grita sintiendo el corazón en la garganta mientras se dirige al interfono.

- ¡Buenos días! – saluda una voz desconocida. –Soy de Amazon, traigo un paquete para Adolfo Vidal.

La noche de las hogueras (I)

  Todo esto que voy a contar sucedió durante las noches previas al solsticio de verano. El sol ya se había posado tras las montañas y la lu...